Se cumplen 34 años del lanzamiento de 'Losing My Religion' de R.E.M.
La parte distintiva del tema, la que todos los que la conocen identifican automáticamente, es la que Peter Buck creó con una mandolina que recién había comprado y apenas estaba tratando de dominar. Cuenta la leyenda que el guitarrista de R.E.M. compuso ese adhesivo ostinato mientras miraba televisión, sin ninguna conciencia de que iba a transformarse en el hit más poderoso de la banda de Athens, Georgia, un clásico radial indestructible premiado con dos Grammy y que impulsaría las ventas del disco en el que fue incluido (Out of Time, de 1991)hasta las diez millones de copias en todo el mundo. Ese disco fue el que abrió para R.E.M. las puertas del mainstream y empezó a acomodar el bullicio pop de Green (1988), su estreno en una multinacional, a los oídos del gran público. La banda empezaba a crecer en términos de masividad sin perder sensibilidad ni misterio.
Pero "Losing My Religion" (una expresión muy usada en el sur de los Estados Unidos que equivale a "perder la cabeza" o "desquiciarse") no estaba en los planes de nadie como posible hit. Ni siquiera para los directivos del sello Warner, que hasta último momento dudaron en editarlo como single.
La banda de Peter Buck, Mike Mills, Bill Berry y el inefable Michael Stipe, intérprete inconfundible y autor de la letra del tema, venía pegando fuerte en las radios universitarias norteamericanas, pero todavía no había podido llegar a las grandes ligas. Para lograrlo, fue importante la intensiva circulación de un videoclip multipremiado, inspirado en el famoso cuento Un señor muy viejo con unas alas enormes, del colombiano Gabriel García Márquez, repleto de alegorías religiosas (obra del cineasta Tarsem Singh) y potenciado con sorprendentes guiños a las pinturas de Caravaggio y al cine de Andrei Tarkovski.
La notable performance de Stipe, muy cómodo en el clima suplicante y melancólico del tema, se grabó en una sola toma. De ahí que suene tan creíble y despojada de artificios. Stipe tuvo que aclarar decenas de veces que la letra no obedecía a ninguna pulsión religiosa. Su motivación fue, en cambio, un amor no correspondido que lo obsesionó durante buen tiempo.

